jueves, 7 de febrero de 2013

Cihuanahualli.



[Para Sputnik, mi amor]

Veo al sur, donde el tiempo se diluye en una taza de café.
Inmóvil y candente me tienes cual hierro en forja...
vuelvo a tu mandoble, suave y fluido, 
como pez en el agua, 
nado entre tus dedos angostos 
como la tormenta,
 tras no ver lluvia dos agostos. 

Sequía de afecto por ayeres resonantes,
¿quién fuera a pescar para sostenerse?
pues conozco el hambre que te invade,
oscura isla del barro antes que al horno someterse;

Exploré cada grieta en el relieve bajo tu piel,
lienzo oculto que se dibuja en estrellas,
dejando al miedo como barquito de papel.

Ya bailado al ritmo de la ipmoella
que en el baldío crece,
viajamos al compás de un vínculo,
que vio-lento fortalece,
que viene a contrasentido y no da señal de parar,
así eres la espera del hielo en la lengua del glaciar,
el mozquito sobre la charca,
y te conviertes en la hoguera 
que buscando el cielo arrasa la chimenea.

Antropoide sí, fantástica puede ser,
imaginaria hasta donde lo ha permitido,
huye como eco de ósculo tras mi oído.

- y,

Orbita en lo alto de mi bóveda celeste,
en mi panteón, 
contempló en grado noventa,
cada que mi deseo la reinventa,
siempre en todo momento vigilante, 
caminante, furtiva estocada felina, 
soñadora y poderosa creadora,
de sonrisas tejedora.

Nunca marionetista, ¿pues qué manipula la artista?,
fe que reconforta a quien busca compañía,
siempre tan pequeña que no da pena soportarla,
ligera, que hace volar al estrecharla,
no es impuesto fingir demencia,
quizá mutaría por una rareza,
misma que tengo al reencuentro
de su impulso nervioso al centro.
parecemos aire que se filtra
bajo la cobija al final de enero.

Y confieso, viendo al sur, nada falta sino ella,
quien es capaz de matar con crueldad 
y reanimar arrepentida, y pues, 
como arrancarse el corazón
 y a una cava arrojarlo,
confieso cuan símiles y perfectibles son los yermos;
a veces miel a veces lluvia
sabiendo templar el desierto 
que se extiende profundo, que,
de la mano cruzamos sin temor 
de en pradera convertirlo.


Ángel E. Mora Ruiz.
20 de agosto del 2012.

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