viernes, 25 de marzo de 2011

El pergamino del vacío.



Conjunción tribal, la que asevera que nada puede romperse,
melancolía animal, el camello sediento en el desierto,
jactancia visceral que extraes los deseos por el ano de la galaxia,
crucificado, dolorida cabeza en la cúspide de la locura.

Conjunto de banalidades que definen el sentido de esta vida,
la de muchos, la que se pierde rápido en el goce permanente,
falso, un papel en blanco para la modernidad que lo mira,
señal de ignorancia, intolerancia e indiferencia.

Congregación de almas disueltas en ondas radiactivas,
leyes que se refutan unas a otras en una contienda cruel,
y no quiero creer que sea así, triste mundo que muere,
triste triste, Era del amor al vacío, de la locura y retrolución.

Circo y fandango tras las cortinas de gasa, vomitiva escencia,
ruido, perjuicio, prejuicio evito, y perfúmese la frente,
mientras su entrepierna supura podredumbre, gente y calles,
ciudades donde el ser es solo una porción de lo que fue.

***

La avenida se vacía por la noche, la noche humana,
hemos abandonado nuestras casas, nuestros hábitats,
perseguimos un sueño y nos despedimos del vacío,
ya no hubo palabras para nombrar nuestro dolor,
solo caminamos como si hubiera algo fuera de la vida,
recordamos lo lento que todo cambian las reglas,
cada vez más rígidas, cada vez más exclusivas,
antinaturales, tecnológicas, retrocesos de la vida.

Dejamos estos páramos gríses y ardientes, sofocantes,
los cambiamos por la incertidumbre del compadecer,
imaginamos una mejor existencia, quizá una existencia,
quizá dignidad, pero de seguro una respuesta al instinto,
pues agotados estamos de espíritu, simbolismo y mitología,
no nos detenemos, no hay nada que perder, nada debe ser,
nada como lo que fue en la urbanidad, en la rigidez, eso que
 nos obligaba a ignorar la naturaleza, indiferir el bien del mal.

Nos rellenaba la amargura como la crema a un pastel,
el desasosiego nos cremaba la médula lentamente,
ya no soportamos el letargo de la involuntariedad,
y sin ser vulnerables permitimos que nos manipularan,
permeamos el umbral de la inexistencia espiritual,
sombras, como seres inorgánicos, máquinas heladas,
sin emoción, organismos sintéticos y tristes sin saberlo,
lloramos sobre el lacónico papel que no podemos leer...

... alma, un pergamino mítico que no sabemos interpretar.

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