viernes, 31 de diciembre de 2010

El sueño que pasó.

      El 2010 fue como un sueño. Pasó lento y duró... y al despertar mi cuerpo, porque estaba dormido, veo el 31 de diciembre del 2009 muy cerca, como si me hubiese dormido apenas la noche anterior. O al menos eso percibo en este momento; mis experiencias se han fragmentado, desarrollado y repetido cíclicamente, como si de mitos se trataran, experiencias emocionales, espirituales, sociales y escolares, siembre siguiendo el canon binario de la normalidad, aunque, mi búsqueda por terceros y cuartos o infinitos múltiples significaron que estas experiencias para mi, fueran una manera de explorar la realidad y la existencia, y en el momento en que creo que todo ese caos terminó, comienza de nuevo, en otro ciclo, estructuralmente idéntico, pero en niveles, y de constitución diferentes... como las ramas de un arbol que se unen con el aire, y lo unen con la tierra con las raíces, parecidas a las ramas, pero no idénticas.

      Y esa identidad de los ciclos pudo ser resumida en el sueño que tuve la noche anterior, fue como ver un promedio de todos los ciclos de este año, desde atrás de una esquina, una esquina de Mandelbrot. Una fractal:
This animation takes place at a zoom level of 1,000,000,000,000,000(one Quadrillion(short form) or 1015).

     Colonia Cuesta Blanca, Lagos de Moreno, seis de la tarde del 31 de diciembre, 2010, saliendo de la colonia acompañado por unas compañeras de la carrera, caminando platicábamos quién sabe de qué, y yo con la clara intención de entrar en el corazón de una de ellas, me gustaba, mucho, y ambos coqueteábamos, reíamos, y bromeábamos como muy buenos amigos. Llegamos al triangulo de las bermudas, la glorieta más grande de la ciudad. Ella me dio un bolígrafo negro, nuevo, sin tapa, y con un semblante de aversión, se alejó de mí sin que yo pudiera hacer algo al respecto. Se fue hacia una de las esquinas del triangulo, hacia Aguascalientes, y cuando al fin pude reaccionar, ya estaba lejos, así que derrotado y buscando en mi mente algún error, me alejé hacia otra de las esquinas, hacia el centro de la ciudad.

     Al llegar a la esquina, solo, busqué un cofre debajo de la Fuente de la Hermandad, de ese cofre saqué una docena de bolígrafos que me habían regalado otras chicas durante mi vida, tesoros desgastados. Anochecía, y al levantar la mirada encontré las calles bloqueadas, la única manera de seguir adelante era a través de una valla metálica entreabierta. Detrás era oscuro, entré y me topé con un pasillo cuyas paredes eran más vaya metálica, caminé entre escombros y chatarra con dirección hacia la siguiente esquina del triangulo (hacia donde está el autoservicio de la lata de cerveza Modelo). Al dar unos pasos me topé con un par de perros grandes, feroces y temibles; se echaron hacia mí ladrando, y debí retroceder corriendo, hasta salir por la vaya desde la que entré.

      Afuera en el suelo, apenas y pude ver la docena de bolígrafos hechos añicos, cuya tinta parecida a la sangre, emulaba palabras, frases, títulos de libros, que se borraron entre el polvo a penas un leve viento del norte sopló con la voz de la chica que recién se había ido en aquella dirección. Lo olvidé. De entre los restos de los bolígrafos latía el ritmo de una canción violenta y solitaria, frustrada y con una terrible ansiedad de gritar, de llorar. Continué, entré de nuevo a aquel lugar bordeado con coladeras de metal, lleno de chatarra tecnológica, y custodiado por perros cuyo origen valoraba en el mismísimo infierno.

      Cuando los perros trataron de embestirme, salté por encima de la basura y los hierros oxidados, las vallas de acero entonces no parecieron tan altas, pero al fondo de aquel lugar, antes de la vaya final, un hombre brutal, armado con una rosa negra gigante me esperaba de pie sobre el esqueleto de un automóvil. El ritmo que escuche antes se hizo más fuerte, comenzó una canción que me remitía a mis años de secundaria. Vi la rosa sangrar, pero su rostro nunca. El hombre desenfundó una espada brillante de la rosa negra, gigante, sangrante, y se abalanzó en mi contra. A penas pude esquivar sus estoques, cuando pisé el charco de sangre que dejaba la funda de aquella espada en el suelo, era tinta.

      El hombre aquel arremetió una vez más contra mí, y ahora también los perros, la canción se hizo más violenta, la noche llegaba a su fin, y con los tenues rayos de sol del alba pude ver un montón de escombros recargados contra la vaya del fondo, trepé por ellos, y salté hacia fuera, la canción terminó, amaneció, voltee hacia atrás, y aquel lugar lleno de chatarra desapareció.

      Ora de mañana continué hacia la siguiente esquina del triangulo, notando que mi puño derecho apretaba algo con mucha fuerza, era la pluma negra ya sin tapa que me regaló aquella chica que se alejó de mí, hecha pedazos, tire los pedazos al suelo. Del suelo salió pasto verde y fragante, y apareció mi mochila de la escuela, la tomé. Casi en la esquina me encontré con ella, me esperaba, pero me esquivó, evitó mis avances, incluso el todo de su voz cambió, tratándome con indiferencia. Ahora era solo mi compañera de carrera.

      Con algo de pena, me preguntó por su bolígrafo. Recordé lo sucedido, y saqué de mi mochila un bolígrafo parecido, sin que ella lo viera le quité la tapa. Al verlo dijo que no era el suyo, que el suyo era nuevo. Le dije que en efecto ese no era el suyo, era mío, era viejo y sí tenía tapa, casi sin tinta pues había escrito mucho con el, y mientras esperábamos el autobús hacia la universidad, sinceramente le conté lo sucedido esa noche. No me creyó.

Llegó el autobús y se sentó con una de sus amigas, en el asiento de enfrente, triste de nuevo, me senté asientos atrás, subieron al autobús otras dos, supongo, compañeras, y esperando a que una de ellas, la más guapa, se sentara conmigo al final se sentó la otra, y la que deseaba se sentara conmigo, la guapa, se fue a otro asiento. Me paré, cedí el asiento, y me di cuenta que el autobús se llenó de gente desconocida para mí, y  que ese autobús tomó otra ruta. Insulté al chófer, maldije mi suerte, y regresé a esa glorieta triangular donde todo comenzó, la vigilia, la realidad.

      Mi balance de este año aun es negativo, aun con lo aprendido sigo sacrificando demasiado para lograr mis deseos, lo cual es triste, ya que lo realmente necesario, el conocimiento y la experiencia verdadera se encuentran en eso sacrificado. Escribí el lunes pasado acerca del Pacto de Mefisto. Aun me cuesta mucho sacrificar el miedo a perder mi libertad, lo cual me hace paradójicamente un esclavo, y pierdo más en mis pactos con la realidad que lo que obtengo, pues espero obtener lo que deseo, y no lo que realmente necesito... por ejemplo, para amar y ser amado se debe sacrificar lo que mas se desea (el Deseo, no lo que más se ama), y así se obtendrá lo necesario, el amor. Espero una nueva oportunidad, y se que llegará, se que volveré a intentarlo, solo espero no titubear y sacrificar mi deseo, para obtener lo que de otra forma habría perdido con Mefisto.



     Ya imagino cómo serán los ciclos para el siguiente año, pero, así como es el caos, todo puede cambiar.

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