jueves, 13 de diciembre de 2012

Idiiliada.



Desierto de Sonora.



Para Sputnik, mi amor.


La casualidad se desnudó en la arena de la playa, 

y sus huellas quedaron flotando a la orilla de la piscina.

Dos años después demonio, niña y santa, mantequilla untada 

sobre el pan del sueño, miel con sabor a curry.

Y se ocupó de construir el intangible patrimonio de un poema,

o una sinfonía en constante crescendo.

No es potestad de los sueños la solidez, ni la verdad, ni la dicha,

y sí de soñar se tratara, la causalidad creó el "nosotros".

***

La flama sanguinea de la angustia, a veces hiere con su inocencia,

mientras la luz queda plasmada bajo las sombras de una tinta tan oscura,

que imita los miedos del niño que se oculta en el cesto de ropa sucia.

Un gatito a penas frágil, a penas agresivo, es un reflejo del retoño

de la caña, del café, el molde que forma las galletas y sin embargo,

es más real la pasión cuando se toca a penas, el umbral del sueño.


***

¿No estaba el chocolate al fondo de la taza?

Era cuestión de agita la leche, entonces ríos de néctar correrán,

puesto que la alegría se traduce en buenas intenciones, 

no tendría que haber caras tristes, 

todos intentamos agitar la leche para saborear el chocolate,

todos intentamos controlar el caos para ser felices,

todos, sin excepción, ignoramos lo fácil que es lograr un ágape

mientras buscamos el chocolate flotando en la taza...

***

Soñé que tropezaba, como soñaba en tropezar; 

también soñé que lloraba, soñé que me acariciabas; 

me soñé a tu lado y soñé que te recordaba; 

soñé que me dolía como cuando soñé que me excitaba; 

soñé que mataba a cuatrocientos seres humanos... 

y desperté sintiéndome humano, más no impotente.





Ángel E. Mora Ruiz.

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