(A Sputnik, mi amor)
Cada puerta tiene su maña:
pegar la masa a sus paredes,
chispa original, fuego encapsulado
que incita a henchirse con saña;
bermejo fluido de cócteles,
siesta del felino enrollado.
Deseas campos de fresas eternos,
obteniendo escasas estrellas lácteas:
La semilla en el suelo negro y
el huevo sobre el campo magro,
moldes sin masa por Dios desdeñados...
prometedor veneno según lo veas.
Semita y café cual arenosa perfección,
cáliz vítreo de inmersión alcoholémica,
rizos que flotan imitando en compasión,
que despierta tratando la senda académica.
Ángel E. Mora Ruiz. 12/Enero/2013
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