lunes, 7 de enero de 2013

My Xylo



Coldplay en concierto; Mylo Xyloto.


Dedicado a Sputnik, mi amor.


Y su aroma quedó bajo mi almohada,
esperando bendiciones
como un último diente de leche,
diente de león que del pecho nace,
yace en ardiente deseo de
dos manos inquietas;
obedientes nevados nudillos que,
tullidos rayan el tallo sin que

-remuevan-

de su raíz, tierna sangre,
fluido rezo o rosada melodía,
el vaivén de las camelias en el suelo,
llueve y el viento las cela aterrado,
pues caen los pétalos todos
y volverán, no antes que las hojas,
y de todo lo que hay de cierto:

-de cierto momento,
 desierto momento...
- por tanto presiento,
insisto y, entiendo...

Por más que lo intento es inútil,
¿que daría por denarios?
quedaría como idiota antes de
conocer el misterio del qué... vendrá,
antes de morder una fruta después
de tenerlo todo, detenerlo todo
con creerlo y sentir a la vez nada.

Juguemos al ser qué no al tener qué;
saber es tan inútil 
en ciertas latitudes
por debajo de las noches cuales
jugamos al parecer, de "no temer qué..."

Vaya fiebre de abril aquella o esta,
que está por pasar en una pila funesta,
modesta y reseca, temiendo ceder
a bautizar o nombrar repugnante

-a una hada mutante-

templada al sol de enero la planta
de tener el tiempo es suficiente;
de temer al tiempo un  inconsciente,
detenerlo es diferente: entre 
un beso de tu lengua vegetal
sobre mi frente de metal...

Campanas de adviento al navegar...
La vaguedad suena al pasar,
sus manos, en los pastizales capitales,
o al soplar la tibia tempestad
en cascadas con lúbrica destreza...
y así la habitación es perfumada...
y su aroma quedó bajo mi almohada. 



Ángel  E. Mora Ruiz.



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